FUENTES DE LA ESPIRITUALIDAD FAMILIAR MISIONERA VERBUM DEI

Cada Carisma y Comunidad Eclesial utiliza diversas fuentes espirituales de fe para dar forma a su forma de vida. La Fraternidad y Familia Misionera Verbum Dei se refiere siempre a cuatro fuentes: La Inhabitación de la Santísima Trinidad en la persona, la Eucaristía, el Cuerpo Místico de Cristo y el “Sí” de María.

 

LA MORADA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD EN LA PERSONA

Nuestra relación íntima con Dios, que es comunidad, nos enseña el amor fraterno y la solidaridad, comunicando la Palabra que debemos proclamar y hace de nuestra vida una casa para los demás. La presencia de Dios en cada persona nos inspira a buscar las semillas de la Palabra de Dios en cada cultura y a mirar la vida de otra persona como una tierra santa donde Dios también habla.

LA EUCARISTÍA

La Eucaristía es para nosotros la cumbre del amor de Dios, que nos invita a la acción, penetrando en nuestra realidad y formando la interioridad del discípulo. No sólo adoramos este amor frente al Sagrario, aunque queremos pasar las mejores horas del día frente al Santísimo Sacramento, sino que tratamos de ofrecer todo nuestro ser para que este Amor se haga tangible en nosotros cuando salimos. al mundo y a las personas.

EL CUERPO MÍSTICO DE CRISTO

Es la composición diaria de nuestra oración y misión. Nuestro mundo está formado por personas concretas, miembros del cuerpo de Cristo, a menudo heridas y sin vida, a veces dormidas en el letargo del consumismo y del consuelo, que se olvidan de su papel de dar vida a los demás. Es este Cristo crucificado hoy el que atrae y ocupa nuestro tiempo, nuestros pensamientos y nuestros sentimientos. Sus palabras «¡Tengo sed!» nos invitan a escuchar el dolor, el pulso de la vida, la necesidad, y nos empujan a actuar concretamente.

NOS SERÍA IMPOSIBLE PERSEVERAR DIARIAMENTE EN LA MISIÓN Y EN EL CAMINO DEL DISCÍPULO SI NO FUERA POR MARÍA QUE FUE LA PRIMERA…

La Madre María nos sostiene con su fiel Sí materno. Su mirada sencilla, su escucha silenciosa de la necesidad (signos de los tiempos) y su valentía, su acción sin precedentes es ejemplo y modelo para nuestras actividades cotidianas. No tenemos hábitos para contarle al mundo nuestra consagración, no tenemos grandes iglesias para invitar a la gente a encontrarse con Dios en un lugar santo, pero tenemos a María que nos enseña a ser totalmente devotos de Dios en medio de luchas mundanas, humanas y cotidianas.